Cuando comienzas algo nuevo siempre se tiene miedo, como es lógico y sabido por uno mismo y por ejemplos que has visto a tu alrededor, ningún comienzo es sencillo, hay millones de impedimentos, incertidumbres y escollos que solventar, y no solamente externos, los internos suelen ser mayores, tu propias barreras, las cuestiones que tú misma te haces y que a veces, sin darnos cuenta pueden acabar con ese inicio antes de ponerte las botas y emprender el camino.

¿Cuál es el antídoto ante esto? Sinceramente, creo que la ilusión.

Conoces personas a lo largo de tu vida, entablas conversaciones y compartes afinidades, ves la manera de ser de la gente, sus gustos, aficiones y sus formas, al final haces amigos. ¿Quién me iba a decir que la persona que conocí hace casi siete años iba a saber descubrirme a mi misma una pasión, una ilusión que ni yo misma sabía existía?

Pues eso ha ocurrido con mi hoy compañera de camino, hace unos años empezó a ponerme a la vista la posibilidad de dedicarme en serio a algo que llevaba haciendo en ratos libres y por trabajo bastante tiempo, organizar y decorar, coordinar, encendió la mecha y hoy, tras meses dándolo vueltas en mi cabecita, maduración y formación, nos encontramos ambas arrancando juntas este proyecto, con un combustible imprescindible, mucha ilusión.

No es tarea fácil ni sencilla, puedes estar muy formado e incluso tener experiencia en este apasionante mundo de la organización de bodas y eventos, pero cada día es un reto, cada evento diferente y cada persona especial, no va a ser un camino de rosas, pero así es la vida, y aunque seamos conscientes de todo esto estamos cien por cien seguras de la implicación en este proyecto, del esfuerzo que vamos a poner y sobre todo de la ilusión que tenemos, esa que estamos convencidas será el mayor detalle que incline la balanza en nuestros trabajos.